miércoles, 28 de junio de 2017

Tristán e Iseo en el arte


María C. Saade
El tema de Tristán e Iseo en el arte está lleno de dicotomías, de diálogos entre el sufrimiento terrenal producto de un amor trágico y el anhelo del encuentro más allá de la vida; es un tema que permite retratar sentimientos sumamente profundos y que danza cautivadoramente entre la vida y la muerte. La riqueza del tema radica justamente en la capacidad del artista de hacer la traducción plástica no sólo de la escena literaria, sino de esa conflictividad interna de los personajes, de ese potente sufrimiento o del desbordamiento de gozo y pasión cuando las miradas de los amantes se encuentran. Estudiaremos algunas de las obras más significativas, deteniéndonos más  en unas y sólo haciendo referencia en otras, por supuesto, sin abarcar todas las obras dada su extensividad1.
Este tema fue especialmente atractivo junto con el mito artúrico para los prerrafaelistas: un grupo pequeño de artistas ingleses, controversial en su momento pero que produjo un gran impacto en las generaciones posteriores, que buscaba romper con los temas del siglo XIX y regresar a obras más sinceras, auténticas, detallistas, con paletas de colores brillantes y dotadas de una espiritualidad que, según ellos, se había perdido en su tiempo; por eso volcaron la mirada a los temas medievales. Sin embargo, a pesar de que su producción pareciera ser la más extensa y significativa sobre el tema de Tristán e Iseo, no fue la única: existen registros de representaciones pictóricas de la leyenda mucho más antiguas, en códices, tallados de cofres, bordados, arquetas de marfil, frescos y azulejos. (Cherry, 1999).
En la abadía de Chertsey existen –en mal estado, aunque algunos han sido restaurados- unos azulejos de finales del siglo XIII, donde son retratadas distintas escenas de la leyenda; John Cherry señala que el artista se centró en los pasajes iniciales, donde tenemos a la figura del Tristán guerrero, sin embargo, también representa por ejemplo los encuentros iniciales con Iseo e incluso a ella en solitario, en el episodio final cuando se encuentra navegando para encontrarse con su amado y salvarlo de la muerte.
Hay que recordar que muchas composiciones profanas no llegaron a nosotros por las circunstancias de la historia e incluso porque simplemente no lograron sobrevivir al tiempo, ya sea por deterioro o extravío; sin embargo, otra fuente artística que toma el tema que tratamos son los códices: manuscritos ilustrados donde la imagen acompaña y complementa al texto. Sobre esto, José Manuel Lucía nos dice que la imagen, al contrario de lo que erróneamente se piensa, no está subordinada al texto, sino que crea un vínculo iconográfico donde “texto e imagen han de colocarse en los extremos, con sus lenguajes específicos; pero, al tiempo… expresa[n] la complementariedad de sus lecturas”. Podemos encontrar la leyenda en códices como El Tristán de Leonís, donde se le representa en su figura como caballero, pero también en algunos de sus encuentros con Iseo, acompañados por Brangel y Marcos e incluso con Arturo y Lancelot.2
Volviendo a los prerrafaelitas, esta fue una asociación o hermandad fundada por los artistas John Everett Millais, Dante Gabriel Rossetti y William Holman Hunt; de estos tres sólo Rossetti trabajó el tema tristaniano en su obra Sir Tristram and La Belle Yseult Drinking the Love Potion de 1867. Allí vemos que reproduce la escena en la que ambos toman del filtro, ambientándola en un espacio íntimo pero donde se puede ver en el fondo el exterior del barco –aún cuando el fondo es confuso pudiéramos identificar el mástil, la baranda y un marinero-; Tristán e Iseo son las figuras
principales, pero no las únicas de la composición: en la esquina superior derecha se encuentra una figura alada que los observa y sostiene en sus manos un arco y una flecha, sus alas además son rojas, por lo que, dado los elementos que la acompañan y el contexto en el que se encuentra, pudiéramos inferir que se trata de Cupido; podemos identificar también ciertos problemas técnicos a nivel de perspectiva y de luz, pero a pesar de esto me parece que logra captar la esencia del momento que quiere retratar, sobre todo a través de los gestos de ambos personajes: cada uno sostiene una copa, pero mientras Tristán sutilmente se lleva la mano libre de Iseo a sus labios para besarla, ella se ve perdida en sus pensamientos, su mirada se posa en la esquina y su expresión es nula: él se inclina ante ella, pero Iseo se mantiene erguida.
Con esto pudiéramos estar ante dos posibilidades: o Iseo aún no está bajo los efectos del filtro y por tanto, aún no exterioriza sus sentimientos –o aún no crecen tan exponencialmente- o efectivamente ambos ya han tomado el brebaje, pero desde este momento el efecto es mayor en Tristán, no porque la ame más, sino porque sufre más, siendo una muestra del amor cortés.
Waterhouse, otro de los prerrafaelistas toma esta misma escena, pero a diferencia de Rosseti la representa en la cubierta, en un espacio más abierto, más ligero, menos tenso, donde la armadura de Tristán y el ropaje de Iseo –que pareciera ser pesado- contrastan con la ligereza del velo ondeante de ella y con las agitadas aguas que les sirven de fondo. Es un paisaje que evoca libertad, pero una escena en la que se estrechan lazos y donde uno no podrá vivir sin el otro. Él sostiene la copa firmemente con una mano, ella sutilmente con las dos; él, un poco sonrojado, pareciera mirar sus labios; ella, con su blanca tez, parece levantar el mentón y mirarlo, expectante, a los ojos: ambos cuerpos se encuentran ya en tensión.
Tristán también es representado en su figura de trovador: Edmund Leighton en The End of The Song de 1902, lo representa sentado junto a Iseo y a sus pies se encuentra un arpa. Él parece que le canta: su boca está entreabierta, su cuerpo se inclina hacia ella e Iseo responde inclinando su cabeza un poco hacia él, levantando una de sus piernas hacia el asiento y dibujando una pequeña sonrisa en su rostro. Aún cuando sus miradas no se encuentren, nos da la impresión de que están pasando por un momento muy ameno, inmersos en una atmósfera íntima, en una burbuja que pronto explotará: un personaje con una corona se acerca hacia ellos por la escalera, impregnado por un aura de preocupación y duda, que incluso se refleja en la manera como toca su mentón con su mano. Este personaje asumimos que es el Rey Marcos, quien viene a detener el momento y a “terminar la canción”. Me gustaría destacar el nivel técnico de la pintura, que me parece muy elevado: el detalle del ropaje de ambos, sus pliegues y volúmenes, las texturas de los distintos materiales, de la piedra, el pelaje de la alfombra, el césped, sus cabellos y demás elementos combinados con un excelente manejo de la luz, me parece, dieron como resultado una pintura muy hermosa.
Las obras sobre Tristán e Iseo también exploran otros escenarios e incluso nos los muestran demostrándose afecto: Gastón Bussiere, un artista francés perteneciente al simbolismo, opta por retratar más que escenas fieles a la historia, los sentimientos de los personajes, cosa que en mi opinión, logra captar magníficamente. En su obra Tristán et Iseult de 1895, nos presenta a los amantes despreocupados de la mirada de la sociedad, cobijándose en los brazos del ser amado en un bosque, un bosque donde los cálidos rayos de luz del día dejan de ser sus enemigos para convertirse en cómplices de la entrega total al amor. La expresión de Iseo lo dice todo: no sólo su mirada y su sonrisa, sino su expresión corporal, la manera en la que se entrega a los brazos de Tristán y se aferra a él y también cómo éste la toma de vuelta, tan cariñosamente. El paisaje de tonos pasteles que los rodea es poco detallado, y es que no necesita serlo, armoniza y potencia lo que el artista quiere transmitir: el amor que ha florecido en sus corazones. 
Bussiere nos sorprende de nuevo en 1911 con Isolde: la princesse Celte. La coupe, Iseult, esta vez haciendo un retrato en solitario de Iseo. Pero, si la leyenda se trata de ambos amantes y de su amor trágico, ¿para qué retratarla sólo a ella?. La mirada de Iseo responde la interrogante. Se presenta ataviada con una corona sobre sus cabellos trenzados, con joyas, con un ropaje muy ornamentado y unas mangas de tela un tanto transparente que caen a cada lado de sus hombros, que le otorgan delicadeza a la pesada tela dorada, con un fondo difuso de detalles dorados que se asemejan al medallón de su hombro y junto a este y a algunos patrones de su vestido, crean una síntesis visual con la copa que sostiene suavemente entre su mano: es la fiel imagen de una reina, pero más allá de esto, su mirada taciturna desnuda su tremendo pesar: es, más que reina, un ser humano. En su mirada además, no percibo rastros de arrepentimiento, sino de dolor, es un alma que clama por piedad pero acepta su sufrimiento, un sufrimiento que nació de la copa que con cuidado sostiene con su mano.

La leyenda también adorna uno de los dormitorios del castillo Neuschwanstein, en Alemania. Cuatro obras hechas por el artista August Spiess3 la sintetizan: Tristan en donnant le Philtre d'Amour à Iseult, con colores muy brillantes –sobre todo el mar- y gran destreza técnica recrea la escena del filtro; en In the Garden vemos que los amantes están tumbados en un jardín, ella recuesta su espalda sobre él, permitiendo así que sus rostros se toquen y sus miradas se crucen: recrea así, el gozo de su amor en la oscuridad de la noche. En Tristan takes Leave from Isolde incluye no solo a los amantes, sino a Brangel y en el fondo a tres personales –¿los felones, quizás?- que casi se pierden con el primer plano de la obra. Por último, en Reunion in the Death of Tristan, Spiess representa un episodio más íntimo y doloroso: la muerte de Tristán, donde Iseo, adolorida, se posa sobre su cuerpo sin vida y ambos son cálida y tristemente iluminados por la tenue luz de las velas. Los otros personajes permanecen en las sombras.

Antes de continuar, me gustaría señalar un detalle muy curioso que puede ser insignificante pero que captó mi atención: en la literatura se describe a Tristán como un joven guapo, de ojos claros y cabellos rubios y rizados. Lo interesante es que en la mayoría de las obras de arte se le representa con cabello oscuro4. Por supuesto, este es un detalle que no altera la esencia de la composición, pero sigue despertando mi curiosidad: ¿Será que es intencional o no? ¿Será simplemente para armonizar la composición y darle equilibrio por tener también los dorados cabellos de Iseo, o será para potenciar la claridad y brillo de los de ella?
Finalmente, hablemos de tres obras de dos pintores de épocas distintas, ambos españoles, uno surrealista y el otro más bien con un estilo académico, que según mi opinión transmiten magistralmente y a la vez de forma muy distinta, la leyenda de Tristán e Iseo: Salvador Dalí y Rogelio de Egusquiza.  En el Tristán e Isolda de Dalí, vemos a dos cuerpos en las soledades áridas tan típicas de sus producciones; la figura del manto blanco representa a Iseo y la de azul a Tristán: a pesar de que no veamos figuras humanas o rostros definidos, podemos sentir, no sólo apreciar sino sentir el dolor, la tensión y el desgarre por el que pasan los personajes. El cuerpo de Iseo está formado por una nariz –la nariz de Dalí, que comúnmente incorpora en su obra además como un símbolo fálico- y su cabeza por un diente de león: esto me hace pensar en su carácter volátil e inalcanzable.
Ambas figuras están agrietadas, agrietadas de dolor –nótese que la grieta de Tristán es mucho mayor- y que ambas figuras pareciera que buscan la manera de juntarse, pero no lo logran; Tristán además, por la expresión de su rostro, por las líneas que tensan su cuello y hasta sus manos que buscan, sin poder alcanzarlo, tocar a Iseo, afirmamos que está sufriendo y que ese dolor lo exterioriza. Iseo en cambio se retrae, su cuerpo no busca al de Tristán y sus manos las deja para sí. Otro detalle que me parece sumamente interesante es que de lo que parece ser la espalda de Tristán pende una especie de carretilla, que hace una síntesis visual con la sombra del cuerpo de Iseo. Quizás la intención de Dalí fue representar que ese peso que lleva Tristán en su espalda es producto del sufrimiento por Iseo: Iseo, es la razón de su pesar.  Un dato curioso es que en esta obra el autor se sirve del simbolismo de la leyenda para plasmar una realidad personal: Dalí, se dice, era impotente, por lo que al tomar la leyenda del amor imposible entre Tristán e Iseo, hace una doble significación, mostrándonos que así como el amor de Iseo es un imposible para Tristán, el tener una relación sexual para él también lo es.
Por último hablemos de la dupla de Rogelio de Egusquiza5, y digo dupla porque para mí, al considerar ambas obras a la vez, adquieren una mayor significación y una lectura más profunda. Ambas obras contrastan incluso desde el título: en Tristán e Isolda. La vida están de pie, abrazándose, aferrándose el uno al otro pero siguen sin poder estar completamente unidos. El turbio fondo se difumina y va perdiendo su luminosidad, dándoles protagonismo y armonizando la composición; a pesar de la ligereza del ropaje de Iseo, de los tonos rosados claros y luminosos del cielo, la obra tiene un aura de pesadumbre: ambos están atados a la vida y por tanto al sufrimiento. Todo lo contrario ocurre en Tristán e Isolda. La muerte, donde los vemos tendidos en el suelo, esta vez la horizontalidad y el sentimiento de paz predominan: enmarcados por un tupido césped y algunas flores, por un mar tranquilo que se difumina con un cielo rosa, los vemos allí, ella tendida de espaldas sobre el cuerpo de Tristán, él erguido pero tranquilo, ella acaricia suavemente su mano, sus pieles aún están coloradas y aún cuando parecen estar inmersos en un placentero sueño, sus cuerpos carecen de vida; pareciera que sus almas, al dejar sus cuerpos, dejaron una huella de regocijo porque al fin lograron encontrarse. Las ropas etéreas de Iseo ahora sí nos dan esa sensación de ligereza, e incluso nos hacen pensar que están en otro plano, siendo uno solo.

Como hemos visto, el tema de la leyenda de Tristán e Iseo ha sido sumamente rico en el arte y se le ha explorado en múltiples facetas, desde las distintas figuras de Tristán como caballero o trovador, pasando por escenas icónicas como el momento en que toman del filtro, hasta representaciones más simbólicas, que buscan mostrar el interior doliente del personaje o identificarse con él. No sabemos de qué forma, pero estamos seguros de que el tema de Tristán e Iseo volverá a aparecer en el arte –quizás con la escena de Tristán disfrazado de leproso e Iseo sobre su espalda-.

Notas
1 Me parece que el blog del siguiente link tiene una buena recopilación artística de la leyenda, para aquellos que estén interesados en consultar otras obras sobre el tema.
http://consentidoscomunes.blogspot.com/2013/12/tristan-e-isolda-i-galeria-tristan-e.html
2 Para aquellos que quieran profundizar en los códices les recomiendo los siguientes documentos: Lucía, J. (2005).El Tristán de Leonís castellano: Análisis de las miniaturas del códice BNM: ms. 22.644. E-Humanista, 5. pp. 1-47. Disponible en:
http://eprints.ucm.es/6541/2/Art%C3%ADculo_E-Humanista_(Trist%C3%A1n).pdf
Lucía además de dar un detalle específico de los folios que estudia, habla de la relación imagen-texto, de la temática y la manera de representarla. Dice por ejemplo, que la imagen del códice medieval no sólo se ve, sino que hay que leerla, dado que se pueden presentar múltiples significaciones de acuerdo a los distintos gestos o posiciones corporales.
Alvar, C. y Lucía, J. (1999) Hacia el códice del Tristán de Leonís (cincuenta y nueve fragmentos manuscritos en la Biblioteca Nacional de Madrid. Revista de Literatura Medieval, 11 pp. 9-135. Disponible en:
http://dspace.uah.es/dspace/bitstream/handle/10017/7919/hacia_alvar_RLM_1999.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Aquí Lucía junto con Alvar hacen un estudio detalladísimo de cada folio del códice.
3 No conseguí las fechas exactas de cada una de las obras, difieren incluso entre una página web y otra. La mayoría las fechan entre 1881 y 1882. Digamos entonces, que fueron hechas a finales del siglo XIX.
4 N. C. Wyeth curiosamente hace lo contrario: representa a Tristán con cabello rubio muy claro y en cambio Iseo es quien tiene cabello oscuro. Pueden ver sus obras en el blog que recomendé en la nota 1.
5 Para más información sobre Egusquiza pueden consultar el documento de Lourdes Jiménez en el siguiente link, donde habla de la relación del artista con Wagner, la influencia de sus óperas en las obras de Egusquiza, muestra bocetos y dibujos que precedieron las obras finales, entre otros.
https://www.academia.edu/30731396/B10_Egusquiza_Tristan_e_Isolda_Museo_Bellas_Artes_de_Bilbao_2016


Referencias bibliográficas
Cherry, J. (1999). Las artes decorativas medievales. Madrid: Akal. Consultado el 22 de junio de 2017 en:
Lucía, J. (2005). El Tristán de Leonís castellano: Análisis de las miniarturas del códice BNM: ms. 22.644. E-Humanista, 5. pp. 1-47. Consultado el 23 de junio en:
Jiménez Fernández, L. (2007). La Vida y la Muerte de Tristán e Isolda por Rogelio de Egusquiza (1845-1915). Museo de Bellas Artes de Asturias. Consultado el 22 de junio de 2017 en:

2 comentarios:

  1. Excelente post. Tengo una hipótesis como respuesta a tu inquietud sobre el color de los cabellos de los amantes. Ha sido tradicional (y quizás trabajos como el Diccionario de símbolos de Cirlot o Chevalier, puedan sustentarlo) atribuir significados al color de los cabellos: los oscuros aluden a la sensualidad, a lo instintivo, quizás a la pasión, mientras que los rubios aluden a la luz, a lo inocente, a lo virginal o celestial/espiritual; la pareja de amantes debe por tanto representar esta esencial unión de contrarios. Te convence? De nuevo, bello y excelente post.

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